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miércoles, 17 de junio de 2015

EL MERENGUE Y SU ORIGEN

El Merengue es el baile y ritmo musical más popular en el mundo y es de
República Dominicana



Origen:

Se encuentra testimoniado es que en 1844 el merengue era cantado y bailado en los campos de batalla donde el pueblo dominicano luchaba contra las tropas intervencionistas haitianas.

Este baile surge así, en medio de la lucha por la independencia de Santo Domingo como reflejo de específicas condiciones socio-económicas.

Evidentemente, el Merengue, que empareja con los años de nacimiento de la República y las primeras manifestaciones culturales propias, se desarrolla junto a la identidad como nación, cultura y raza de la República Dominicana, con influencias españolas, africanas y autóctonas.

Con la conciencia nacional, se mira hacia lo propio y la sociedad va dirigiendo su atención al nuevo baile que practican los campesinos dominicanos – tanto que los bailes de salón extranjeros van desapareciendo poco a poco –. El Merengue se convirtió en el baile nacional de La República Dominicana.


Difusión:

Por 1850 el nuevo ritmo se desplazaba de la preferencia de los sectores populares, pero es atacado violentamente por las clases "altas". Se le acusa de ser baile de "clases inferiores", inmoral, vulgar, nocivo.

La élite urbana dominicana lo calificó como baile indecente o danza maldita y a pesar de su auge entre las masas populares, la clase alta no aceptó el merengue por mucho tiempo, por su vinculación con la música africana. En realidad, otras danzas dominicanas de origen negro no fueron atacadas por su carácter de danzas rituales que hacía que su práctica se restringiera a unos pocos lugares o días al año, con un alcance o difusión entre la población muy limitado.

El merengue, por el contrario, por su carácter de danza de regocijo, se introdujo con más facilidad en los lugares de fiestas generales y por esto la reacción en contra fue fuerte. Luego, otra de las causas que pesaron sobre el repudio y ataques contra el merengue fueron los textos literarios que lo acompañan, generalmente subidos de tono.


Las primeras composiciones del merengue son atribuidas al coronel Juan Bautista Alfonseca (1810-1875); él fue quien llevó el Merengue al pentagrama por primera vez, recogiendo lo que el pueblo cantaba -sobre todo historias de la vida cotidiana- y componiendo sus temas de acuerdo con la rítmica que el pueblo practicaba.A principios del presente siglo músicos cultos hicieron una gran campaña para la introducción de esta danza en los salones.

Los músicos populares se unieron a esa campaña, que encontraba siempre la resistencia que inspiraba el lenguaje vulgar de las letras que acompañaban el ritmo. Sin embargo, su éxito no fue inmediato ya que, a pesar de esta gran difusión y propaganda, no se aceptó de lleno el merengue en lo que se llamaba "la buena sociedad dominicana" hasta que en una familia de la "aristocracia" de Santiago, en ocasión de la celebración de una fiesta, solicitaron a Luis Alberti que compusiera un merengue con "letras decentes".

Solo a partir de ese momento, comenzó a diseminarse esta danza.Al diseminarse el merengue por todo el ámbito nacional, produjo, como toda manifestación cultural, variantes, que reflejan el manejo de los elementos culturales hecho al acomodo y conveniencia de algunos musicos.



AQUI EN REPÚBLICA DOMINICANA TENEMOS MUCHO DE QUE SENTIRNOS ORGULLOSOS


Nuestro pais es un tesoro que muchos no hemos aprendido a cuidar, no permitas que te lo arrebaten ni sutil ni explicitamente ayudanos a recobrar y mantener el alma y principios de nuestros valores CON LA GLORIA DE DIOS

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martes, 16 de junio de 2015

ORIGEN DEL TEATRO DOMINICANO

El día 27 de marzo fue declarado en 1980 por el presidente Antonio Guzmán, como “Día del Teatro Dominicano”, en reconocimiento a los trabajadores de la escena, actores, actrices y dramaturgos, que han dedicado sus vidas a la representación teatral.
Franklin Domínguez instituye en 1996 el “Marzo Teatral”, actividad que viene celebrándose hasta la fecha con gran éxito. Dedicamos el siguiente trabajo a nuestros artistas y a los estudiantes de teatro, futuros  actores y actrices dominicanos.


BREVE CRONOLOGÍA DEL TEATRO DOMINICANO
Desde los inicios de nuestra historia aparecen manifestaciones artísticas escenificadas, como fueron los areítos, mitotes y taquis, de nuestros aborígenes. Pero la primera representación teatral en nuestro país, desde la perspectiva griega, tiene lugar en la Catedral de Santo Domingo el 23 de junio de 1588 en ocasión de las festividades de Corpus Christi, cuando los estudiantes del Colegio Universidad de Gorjón llevan a escena el Entremés de Cristóbal de Llerena De Rueda. El Entremés se sitúa en la defensa de los aborígenes al censurar la violencia de las autoridades de la Colonia, que provocó la ira de los oidores y la expulsión de la isla del propio Llerena. El Entremés recoge “el latido débil del arte moribundo de nuestros primeros pobladores”.
Durante los siglos XVII y  XVIII la actividad teatral en la Colonia no fue significativa. Surge un teatro religioso apegado a lo litúrgico y un teatro profano, basado en costumbres, con cantos, bailes y mascaradas de poco contenido dramático.
En la primera mitad del siglo XIX aparece el llamado teatro de Los Trinitarios, eminentemente político. Las obras de Alfieri y Martínez De la Rosa. “Roma Libre” y “La Viuda de Padilla”, son las escogidas por los Trinitarios, junto a la de Eugenio de Ochoa: “Un día del año 1823 en Cádiz”. Estas obras describen escenas similares al drama que vivía el pueblo dominicano bajo la dominación haitiana.
Proclamada la Independencia, aparecen los primeros textos para teatro: “El General Duvergé o Las víctimas del 11 de abril”, de Félix María Del Monte. Está  considerada como la primera obra dominicana. Más adelante, Javier Angulo Guridi escribe: “Cachorros y Manigüeros”, juguete cómico alusivo a la guerra de la Restauración. De nuevo el motivo político está presente.  
Francisco Gregorio Billini presenta en 1882 su drama romántico “Flor del Ozama”. Rafael Alfredo Deligne en 1894 escenifica su obra en versos, “La Justicia y el Azar”. Se inicia con esta obra la crítica teatral en el país, asumida por Rafael Abreu Licairac. Con la obra de Tulio Manuel Cestero, “La Enemiga”, el teatro dominicano inicia el camino al modernismo.
Para principios del siglo XX las obras presentan rasgos de denuncia social. “Lesbia”, de Vetillo Arredondo, se inscribe en esta tendencia. Pedro Henríquez Ureña muestra dominio de la técnica teatral con “El nacimiento de Dionisios”. El costumbrismo y el indigenismo aparecen paralelamente en el teatro dominicano. La obra costumbrista más representativa es “Alma Criolla”, de Rafael Damirón, y “La Criolla”, de Mélida Delgado Pantaleón, cercana al folclore.
En 19l5 aparece el grupo teatral de José Narciso Solá, que escenifica obras del propio creador. En los primeros años de la Era de Trujillo la actividad teatral se ve disminuida. Aparece el grupo de teatro del Instituto de Señoritas Salomé Ureña. En 1944 Delia Weber publica su obra, “Los Viajeros”.
 GRUPOS Y ESCUELAS
En 1946 se crea el Teatro Escuela de Arte Nacional, compañía y escuela oficial, dirigida por Emilio Aparicio, español republicano exiliado en el país. La primera obra presentada por este grupo fue “Prohibido suicidarse en Primavera”, de Alejandro Casona, el 9 de octubre de 1946 en el Teatro Olimpia. La creación de este Teatro Escuela ha sido determinante para el teatro dominicano, saliendo de él la mayoría de las grandes figuras de nuestro teatro, muchas de las cuales mantienen vigencia hasta el día de hoy. Otro director de este grupo oficial y el de mayor permanencia lo fue Luis González Chamorro.
En 1952 se funda el Cuadro Experimental de Comedias María Martínez, bajo la dirección de Rafael Montás. De su seno surge el Club de Actores, dirigido por Santiago Lamela Geler. El aporte de estos grupos ha sido decisivo para el desarrollo de nuestro teatro. A este período pertenecen nuestros principales dramaturgos: Manuel Rueda, Franklin Domínguez, Máximo Avilés Blonda y Héctor Incháustegui, y sus respectivas obras, “La Trinitaria Blanca”, “Espigas Maduras”, “Las Manos Vacías y la trilogía, “Prometeo, Filoctetes e Hipólito”, son clásicos del teatro dominicano.
Para este tiempo surgen los principales actores y actrices que han dominado la escena dominicana por muchos años, algunos aún vigentes: Antonia Blanco Montes, Carmen Rull, Jesús Lizán, Julio Aníbal Sánchez, Freddy Nanita, Niní Germán, Rafael Vásquez, Armando Hoepelman, Ina Moreau, Monina Solá, Lucía Castillo, Zulema Atala, Salvador Pérez Martínez, Oscar Iglesias, José Antonio Estévez, Lamela Geler, Iván García, Rubén Echavarría, Danilo Taveras, Mario Heredia, Rafael Villalona, José Casanova, Rafael Gil, Miguel Alfonseca, Servio Uribe, Josefina Gallart, Ana Hilda García, Nubia Ulloa, Esperanza Álvarez, Flor de Bethania Abreu, Camilo Carrau, Aurea Juliao, Pepito Guerra, Margarita Baquero, Víctor Vidal, María Cristina Camilo y Maricusa Ornes.
Más adelante aparecen nuevos dramaturgos, directores, actores y actrices que dimensionan la escena: Marcio Veloz Maggiolo, Giovanni Cruz, Reynaldo Disla, Carlos Esteban Deive, Manuel Chapuseaux, Efraín Castillo, Añez Bergés, Arturo Rodríguez Fernández, Radhamés Polanco y Chiqui Vicioso. Directores y artistas como María Castillo, Bienvenido Miranda, Ángel Haché, Federico Pellerano, Félix Germán, Arturo López, Germana Quintana, Ángela Herrera, Lillyanna Díaz, Carlota Carretero, Lidia Ariza, Karina Noble, Elvira Taveras, Amarilis Rodríguez, Nives Santana, Niurka Mota, Basilio Nova, Juan María Almonte, Víctor Pinales, Osvaldo Añez, Yamilé Scheker, Edilí, Enrique Chao, César Olmos, Víctor Checo, Olga Bucarelly, Aidita Selman, Leonardo Grassals y Carlos Espinal.
Nuevos talentos aparecen en nuestra escena: Karina Guerra, María Bosch, Wady Jáquez, Laurine Ferrand, Henry Mercedes, Laura Guzmán, Indhira Mejía y Orestes Amador.
En reconocimiento a los artistas que han hecho del teatro una realidad en nuestro país, inauguramos en el año 2001, la Galería del Teatro Dominicano, en el Teatro Nacional.

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miércoles, 3 de junio de 2015

LA ESCULTURA DOMINICANA

Las primeras manifestaciones del pais datan desde tiempos de los taínos, que eran artesanos por naturaleza y en la actualidad prevalece con la manufactura original: Bateas, Higueros, Hamacas, Macutos, Cestos etc. Los cuales son piezas importantes en la artesania nacional. 













La escultura dominicana empezó su desarrollo con la emigración de artistas e intelectuales españoles que, huyendo de la guerra civil española se establecieron en nuestro país.

A través de su influencia nació la Escuela de Bellas Artes y desde entonces el arte dominicano ha dado frutos magníficos en pintores y escultores reconocidos tanto nacional como internacionalmente.

La escultura es un arte que no se ha difundido ampliamente en la República Dominicana a pesar de que existen muchos escultores dominicanos con una excelente producción artística. Es un arte que requiere de muchos recursos y no es valorizada en su justo precio; al tener poca difusión, muchas personas no conocen a los escultores ni sus obras. Mayormente, el conocimiento de la escultura nacional se ve limitado a las personas involucradas con el arte o a los amantes de la misma.

La escultura dominicana no ha tenido apoyo por parte del Estado Dominicano ni de las instituciones privadas. Pareciera también que la escultura ha sido olvidada para la ambientación de los espacios arquitectónicos por parte de los diseñadores de interiores.

Todas estas situaciones mencionadas han producido un letargo en el mercado de la escultura dominicana desde sus inicios, una situación remediable, ya que contamos con excelentes escultores de una vasta formación artística, unos que han sido inmortalizados por sus enigmáticas obras como Abelardo Rodríguez Urdaneta, genio autodidacta quien nos dejó emblemas de nuestras raíces como el Caonabo, una obra llena de realismo y fortaleza humana; Antonio Prats Ventós, aunque español, se formó en el país y a él ligo sus creencias. Su arte tiene un pulcro sabor dominicano y esencias entrañables de la isla. 
Logró también verdaderas obras de arte religioso donde llegó a una verdadera atmósfera de misticismo; Manolo Pascual, escultor sobre todo de grandes talentos ya que se desempeño como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

SU ANUNCIO AQUÍ LLAME AL (809) 816-4941

Están los discípulos de estos grandes maestros como Luis Martínez Richiez, el escultor más conocido fuera de su ámbito natal, el cual realizó lo mejor de su obra en París, lo que le ha dado vigencia internacional; Antonio Toribio cuyas tallas le han ganado la crítica internacional y los premios en bienales extranjeras las cuales avalan su calidad como escultor. Su escultura metálica suele ser agresiva, buscando sensación de espacio; este sentido espacial también caracteriza la escultura de Domingo Liz. Sus tallas revelan vida profunda y grandiosidad de ideas. 

Así encontramos otros distinguidos autores como Gaspar Mario Cruz, José Rotellini, Angel Botello Barros y Amaya Salazar, entre muchos otros artistas, que evocan con simpatía y gracia el arte de hacer cultura, marcando una huella indeleble en la historia artística de la isla.



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martes, 2 de junio de 2015

EL ARTE Y LA CULTURA TAINA DOMINICANA

Las primeras manifestaciones del país datan desde tiempos de los taínos, artesanos por naturaleza, y prevalece con la manufactura a la manera taína de bateas, higüeros, hamacas, macutos y cestos, los cuales son piezas importantes de la artesanía dominicana actual.

LA CULTURA TAINA.-

En el año 1492 Cristóbal Colón toca las costas de la isla y descubre en sus habitantes una raza indígena desconocida llamada taínos que en lengua arawaca quiere decir bueno o noble

Los taínos habitaban esta isla desde el año 800 A.D.C. Se organizaban en unidades tribales que se regían diariamente y dedicados a una vida sedentaria simple y rica en tradiciones religiosas y agricultoras, la expresión de su cultura en nuestra isla era la más rica del área del Caribe.

Sin embargo, el descubrimiento y sus métodos de conquista exterminaron esta raza en un período aproximado de 50 años, lo cual limitó el impacto de dicha cultura indígena sobre la dominicana.

El sistema de colonización tuvo que traer al Continente Americano, personas más fuertes y resistentes a las duras faenas de trabajo.

ARTE RUPESTRE Y ARTESANIA

El gran desarrollo alcanzado en las actividades artísticas y artesanales fue uno de los rasgos más característicos de esta sociedad.

 

La confección de una extraordinaria cerámica para fines funerarios y rituales y la fabricación de una enorme cantidad de ídolos, amuletos y otros artículos de lujos, confeccionados en piedra, madera, concha, hueso y otros materiales no se han conservado tanto, como los de algodón y otros (cuyo semi principal se encuentra en el Museo de Turín, Italia).

Se han encontrado muestras del arte rupestre taíno en diferentes localidades de la isla como en las cuevas de las Maravillas y del Pomier; también, al dar la vuelta al Lago Enriquillo se pueden ver las famosas Caritas.Otras cuevas conocidas por sus pictografías se encuentran en el Parque del Este y en los Haitises.


Las piezas de alfarería taína halladas en nuestra isla son de superior calidad a las de otras islas, al igual que los artefactos líticos y en madera que conformaron toda una parafernalia para la realización de rituales mágicos religiosos taínos.

Los dos productos de cestería más importantes que quedan como herencia de esta cultura precolombina son la hamaca y el macuto. El arte de los indios taínos como el de todos los pueblos aborígenes refleja su particular concepción del mundo. Los taínos creían en espíritus superiores que controlaban, a veces caprichosa, la naturaleza humana y el mundo.A estos espíritus el hombre debía halagar, apaciguar o neutralizar por medio de ritos y ceremonias sagradas.

El arte taíno, encarnación de dichas creencias, se expresaba, con relativo o absoluto dominio técnico en agradables formas convencionales, elaboradas con los más diversos materiales. De algunos de sus ejemplares, ejecutados con materia perecedera, sólo nos resta la descripción que de ellos nos dejaron los cronistas de Indias.

Pocos objetos de valor artístico se salvaron de la destrucción sistemática, llevada a cabo por los misioneros y colonizadores, de todo lo que para ellos, tenía significación mágico-religiosa, es decir los ídolos y otros objetos de uso ceremonial. De la destrucción, que obedecía a las ideas religiosas de la época, sólo se salvaron aquellas que se enviaron, como objetos exóticos, a príncipes europeos renacentistas quienes los conservaron en sus gabinetes de curiosidades, y aquellos que, a tiempo, lograron esconder los indios en cuevas y otros lugares inaccesibles para los conquistadores, y que serían, siglos más tarde, re-descubiertos por arqueólogos y campesinos.

Lo que hoy podemos denominar arte taíno no es otra cosa que la expresión simbólica y estética de su sociedad, de sus necesidades, y sobre todo, de sus creencias y prácticas mágico-religiosas. Es dentro de esta realidad que podemos apreciar e interpretar sus diversas expresiones.

[cemi-01.jpg]LA ESCULTURA ENTRE LOS TAINOS

Las creencias taínas en la magia simpática, así como en seres espirituales capaces de controlar la naturaleza, permeaban y moldeaban su cultura. Para el indio la naturaleza estaba animada de poderes sobrenaturales con los que los bohiques o chamenes y los caciques podían comunicarse a través de estrictas y elaboradas prácticas y ritos ceremoniales. 

La palabra cemí cuyo significado en lengua taína significa "Ángel", designa a los seres espirituales de la mitología taína. Algunos de estos eran: Yocajú Bagua Maorocoti, Opiel Guobiran, Baibrama, Corocote y Maketaurië Guayaba.

Fray Ramón Pané (1974, Cap. XIX), a comienzos de la conquista en La Española, recogió valiosa información que nos ilustra la manera como el artista taíno recibía la inspiración o más bien la orden de elaborar un objeto sagrado. 

Refiere el fraile que cuando un indio que transitaba por un oscuro y solitario lugar veía moverse las ramas de un árbol sin la intervención de brisa alguna, persuadido de que se trataba de un fenómeno sobrenatural, se detenía y le preguntaba al árbol quién era y qué deseaba. El árbol, según el fraile le decía:

"...Llámame a un behique y te diré quién soy."

El fraile sigue diciendo:

...y aquel hombre ido al susodicho médico, le dice lo que ha visto y el hechicero o brujo corre enseguida a ver el árbol de que el otro le ha hablado, se sienta junto a él, y le hace la caoba... Hecha la caoba, se pone de pie y le dice todos sus títulos, como si fuera un gran señor y le pregunta, "Dime quién eres y qué haces aquí y, que quieres de mí y por qué me has hecho llamar Dios si quieres que te corte o si quieres venir conmigo y cómo quieres que te lleve, que yo te construiré una hereda."

Este sentimiento de hermandad con la naturaleza, típico de los pueblos aborígenes, produce en el artista taíno un profundo respeto por los materiales con los que plasma sus obras. La piedra, la madera, el hueso, la concha de caracol, no sólo representan el medio sobre el cual ha de trabajar sino la identidad existente entre esa materia y el espíritu mismo de la deidad que en la obra ha de plasmarse. Sólo diestros artífices eran capaces de elaborar los ídolos y demás objetos del culto mágico-religioso.

La celebración de los ritos y ceremonias taínas, tales como los areitos y la cojoba (inhalación de los polvos alucinógenos), conllevaban toda una serie de expresiones artísticas, manifestadas a través de un rico y vistoso despliegue de cantos, danzas, música, indumentarias, objetos sagrados y adornos personales. En esta forma rendía homenaje la sociedad indígena a los dioses y espíritus tutelares; requería, mediando ruegos y ayunos, su protección y ayuda y así lograba conocer sus mandatos y decisiones.

El Areito, ceremonia celebrada por diversos motivos y con actividades desde festivas hasta luctuosas, ejemplifica la unión de las distintas expresiones artísticas al servicio del grupo, de la misma manera que la propia sociedad taína representaba la unión de todos los miembros en la conservación de su supervivencia física y espiritual.

Los cronistas de Indias describen los areytos como complejas y largas ceremonias en las que la literatura oral, en forma de declaraciones poéticas, historias míticas y canciones, acompañadas por la música y los ritmos producidos por trompetas y tambores de madera, maracas, flautas, silbatos y fotutos de caracol, así como por el tintineo de sartas de caracoles, servían para recordar las gestas históricas de los taínos e impartir la enseñanza de sus valores tradicionales.

A los cantos y la música acompañaba el baile comunitario, elaborándose para cada ceremonia una complicada coreografía en la que se en lazaban los movimientos de la danza con el despliegue, por los bailarines de la rica gama de ornamentación y de color representado por los llamativos diseños pintados sobre sus cuerpos, las máscaras que cubrían sus rostros, los vistosos adornos de cabeza, hechos de algodón, plumas, paja y oro, y los bellos collares, pulseras, orejas y colgantes con que completaban su atuendo.

El arte de los taínos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa, del mundo. Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación artística.


El arte taíno logra sus más bellas expresiones plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el mármol y la serpentina.

En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecía la obra artística. También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropícales como el guayacán, el moralón y el capá. 

El huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna antillana, le proveyó de material para algunos de los más bellos artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.

Desgraciadamente, la rápida desintegración de la sociedad aborigen, el clima tropical tan devastador para muchos de los materiales utilizados por los taínos para expresarse artísticamente; así como la falta de interés de los colonizadores para conservar estas manifestaciones de la cultura aborigen, ha sido responsable de que hasta nosotros sólo haya llegado una fracción de los objetos representativos del arte taíno.

Las mejores manifestaciones de la escultura taina son los ídolos de la cojoba. Estos representan figuras antropomorfas masculinas, generalmente acuclilladas, en Io que parece ser una posición ceremonial. 

Sobre la cabeza, directamente o sostenido por una pieza de madera que salía del dorso del ídolo, figura un plato circular, ligeramente cóncavo, en el que colocaba el polvo alucinógeno que aspiraba el oficiante de la ceremonia.

Los cemís o ídolos trigonolíticos de varios tipos iconográficamente reconocibles, son las piezas escultóricas más abundantes e interesantes de su parafernalia mágico-religiosa. Por su forma básica, los argueólogos los han identificado con montañas, con la yuca germinando, con los pechos de la mujer y con dioses o espíritus superiores.

Los cemís trigonolíticos tienen tres partes fundamentales: la proyección anterior, el cono central y la proyección posterior. El cono central, levemente inclinado hacia el frente, define las partes cuando el cemí es sencillo, sin talla alguna. La base del ídolo es, por Io general, ligeramente cóncava, Io que ha hecho creer a algunos estudiosos que estuvo adherida a otros objetos de madera o piedras.

ELEMENTOS DEJADOS POR LOS TAÍNOS A NUESTRA CULTURA.-

Elementos importantes de la cultura taina que subsistieron y aparecen hoy incorporados a la vida y actividad cotidianas del dominicano son:

a) instrumentos como la canoa, la hamaca, el Fotuto –usado como trompeta para dar avisos– y la cuchara de higüero;

b) técnicas como el sistema de pesca denominado barbasco o "encandilamiento", el ahumado para la conservación de las carnes, la cestería –especialmente mediante el empleo de cuerdas de cabuya y la petaca de yagua–, el encendido de hornos de carbón, la utilización de la piel de ciertos peces para limpiar y rayar vegetales, etc.;
productos agrícolas como la batata, la yautía, la jagua, el jobo, el maíz, el lerén, el maní, etc. Todos ellos forman parte de la dieta dominicana.

El mundo espiritual del taíno apenas dejó huellas en la cultura criolla, y las pocas muestras de ese mundo se hallan fuertemente sincretizadas con las creencias y ritos cristiano-africanos. Podemos citar, al respecto, la sacralización de ciertos caciques taínos, elevados a la categoría de luases o divinidades del panteón voduísta; las supersticiones relativas a las hachas indígenas, popularmente conocidas como "piedras de rayo" y el mito de la ciguapa, entidad femenina que camina con los pies al revés.

La mayor aportación del taíno a la cultura dominicana hay que buscarla, sin duda, en el lenguaje. Numerosos vocablos forman parte del habla criolla (Emiliano Tejera, 1935; Emilio Tejera, 1977).


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lunes, 1 de junio de 2015

HISTORIA DEL ARTE DOMINICANO

Todas las sociedades tienen una cultura propia, que es consecuencia de la capacidad creadora de sus integrantes, las circunstancias, la necesidad y su historia. La República Dominicana tiene una cultura con una rica diversidad que no nos deja de identificar.

Pero todo pueblo está sujeto a cambios y nosotros no somos la excepción. La cultura está en constante cambio, éstos se acumulan para el aprovechamiento de sus pueblos. Estas transformaciones se van transmitiendo de generación en generación, es por esto que la cultura sea original o no, no se pierde.

La globalización ha venido a hacer una integración mundial, esto puede traer distintos efecto, uno de ellos es la transculturación de los pueblos, lo cual desayuda para que estos puedan ser autóctonos.

"La integración en un todo" provoca que queramos ser similares a "los más grandes", y es ahí cuando las nuevas generaciones empiezan a ver sus raíces como obsoletas, queriendo hacer cambios rápidos y bruscos para satisfacer sus necesidades. Es prudente mostrar al mundo lo que somos, como vivimos y como queremos vivir mañana.

"La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden".

El arte dominicano, en sentido estricto el producido en la Republica Dominicana desde la Independencia en 1844, tiene sus antecedentes históricos en las pictografías taínas realizadas con líneas simples y pigmentos vegetales sobre paredes rocosas, la cerámica y otras producciones "menores", y en la pintura y escultura religiosas españolas traída por los conquistadores desde los viajes de Colón.

Posteriormente a la Independencia, como en el resto de la América Hispana, las artes visuales siguen la senda del afianzamiento de la identidad nacional, sobre todo a través de los retratos de patricios y de un creciente reconocimiento del paisaje como un medio de descubrimiento y de identificación con el entorno. Igualmente, las modas del criollismo y el indigenismo se manifestaron en la pintura, y como suele ocurrir en las periferias artísticas, los elementos procedentes de los lenguajes visuales característicos de los movimientos surgidos en los centros del arte, específicamente en Paris y otras capitales europeas, aparecen mezclados de modo indiscernible. Realismo, romanticismo, neoclasicismo académico, e incluso ribetes simbolistas, se fusionan en la pintura de finales del XIX y comienzos del XX, en Sisito Desangles, Alejandro Piñeyro, Rodríguez Urdaneta o García Godoy.

Los maestros de la Plástica
Los primeros maestros en artes plásticas dominicana se remontan a los años treinta. A lo largo de las últimas siete décadas, la Escuela Nacional de Bellas Artes es la principal casa de estudios de donde proceden los más renombrados artistas plásticos dominicanos.

Con la creación del Ministerio de Cultura en el año 2000, la Dirección General de Bellas Artes responde a una nueva estructura orientada hacia la excelencia académica a través de la revisión y actualización de la oferta educativa a través de nuevos planes de estudios.

La presencia de instituciones de estudios superiores públicas y privadas ofertando planes de licenciaturas en áreas específicas del arte, han motivado e incrementado la afluencia de estudiantes hacia estas nuevas ofertas educativas.

           

El sector privado, junto al oficial, continúa apoyando el desarrollo de las artes a través del estímulo periódico de los artistas mediante la creación de premios y concursos, muchos de éstos ya institucionalizados.

Los límites cronológicos de la nueva propuesta comprenden desde fines del siglo XIX a los años 70 del siglo XX. La exposición estará abierta al público hasta el mes de mayo.
La muestra cuenta con un centenar de obras y está articulada en base a cinco ejes fundamentales: los inicios de la pintura dominicana, con obras de los exponentes tutelares de esta manifestación. Los géneros representados son el histórico, el retrato, el paisaje, el bodegón y el religioso. El segundo es demostrativo de los primeros roces con el arte impresionista y post-impresionista durante la década de los 30.
El tercer eje evidencia una dinámica diferente a partir de la irrupción en nuestro país de los artistas europeos exiliados a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española. De mayúscula importancia fue su incorporación de éstos como profesores del primer centro de educación de Artes Plásticas con carácter académico y formal: la Escuela Nacional de Bellas Artes.
El cuarto eje caracteriza al complejo periodo histórico que viven los dominicanos con el recrudecimiento y fin de la Dictadura de Trujillo y la inestabilidad político-social consecuente, la segunda intervención norteamericana y la Revolución de Abril.
Abarca el periodo entre 1950 y 1965. La selección de obras de esa generación de artistas emergentes manifiesta sus inquietudes estéticas y conceptuales donde se advierte una ruptura con la tradición académica y la consolidación del modernismo en el arte dominicano.
La producción plástica de los años 70 está representada con el quinto eje, que concentra un grupo de obras de artistas ya convertidos en figuras cimeras.

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