Las primeras
manifestaciones del país datan desde tiempos de los taínos, artesanos por
naturaleza, y prevalece con la manufactura a la manera taína de bateas,
higüeros, hamacas, macutos y cestos, los cuales son piezas importantes de la
artesanía dominicana actual.
LA CULTURA TAINA.-
En el año 1492 Cristóbal Colón toca las costas de la isla y descubre en sus habitantes una raza indígena desconocida llamada taínos que en lengua arawaca quiere decir bueno o noble.
Los taínos habitaban esta isla desde el año 800 A.D.C. Se organizaban en unidades tribales que se regían diariamente y dedicados a una vida sedentaria simple y rica en tradiciones religiosas y agricultoras, la expresión de su cultura en nuestra isla era la más rica del área del Caribe.
Sin embargo, el descubrimiento y sus métodos de conquista exterminaron esta raza en un período aproximado de 50 años, lo cual limitó el impacto de dicha cultura indígena sobre la dominicana.
El sistema de colonización tuvo que traer al Continente Americano, personas más fuertes y resistentes a las duras faenas de trabajo.
ARTE RUPESTRE Y ARTESANIA
El gran desarrollo alcanzado en las actividades artísticas y artesanales fue uno de los rasgos más característicos de esta sociedad.
La confección de una extraordinaria cerámica para fines funerarios y rituales y la fabricación de una enorme cantidad de ídolos, amuletos y otros artículos de lujos, confeccionados en piedra, madera, concha, hueso y otros materiales no se han conservado tanto, como los de algodón y otros (cuyo semi principal se encuentra en el Museo de Turín, Italia).
Se han encontrado muestras del arte rupestre taíno en diferentes localidades de la isla como en las cuevas de las Maravillas y del Pomier; también, al dar la vuelta al Lago Enriquillo se pueden ver las famosas Caritas.Otras cuevas conocidas por sus pictografías se encuentran en el Parque del Este y en los Haitises.
Las piezas de alfarería taína halladas en nuestra isla son de superior calidad a las de otras islas, al igual que los artefactos líticos y en madera que conformaron toda una parafernalia para la realización de rituales mágicos religiosos taínos.
Los dos productos de cestería más importantes que quedan como herencia de esta cultura precolombina son la hamaca y el macuto. El arte de los indios taínos como el de todos los pueblos aborígenes refleja su particular concepción del mundo. Los taínos creían en espíritus superiores que controlaban, a veces caprichosa, la naturaleza humana y el mundo.A estos espíritus el hombre debía halagar, apaciguar o neutralizar por medio de ritos y ceremonias sagradas.
El arte taíno, encarnación de dichas creencias, se expresaba, con relativo o absoluto dominio técnico en agradables formas convencionales, elaboradas con los más diversos materiales. De algunos de sus ejemplares, ejecutados con materia perecedera, sólo nos resta la descripción que de ellos nos dejaron los cronistas de Indias.
Pocos objetos de valor artístico se salvaron de la destrucción sistemática, llevada a cabo por los misioneros y colonizadores, de todo lo que para ellos, tenía significación mágico-religiosa, es decir los ídolos y otros objetos de uso ceremonial. De la destrucción, que obedecía a las ideas religiosas de la época, sólo se salvaron aquellas que se enviaron, como objetos exóticos, a príncipes europeos renacentistas quienes los conservaron en sus gabinetes de curiosidades, y aquellos que, a tiempo, lograron esconder los indios en cuevas y otros lugares inaccesibles para los conquistadores, y que serían, siglos más tarde, re-descubiertos por arqueólogos y campesinos.
Lo que hoy podemos denominar arte taíno no es otra cosa que la expresión simbólica y estética de su sociedad, de sus necesidades, y sobre todo, de sus creencias y prácticas mágico-religiosas. Es dentro de esta realidad que podemos apreciar e interpretar sus diversas expresiones.
LA ESCULTURA ENTRE LOS TAINOS
Las creencias taínas en la magia simpática, así como en seres espirituales capaces de controlar la naturaleza, permeaban y moldeaban su cultura. Para el indio la naturaleza estaba animada de poderes sobrenaturales con los que los bohiques o chamenes y los caciques podían comunicarse a través de estrictas y elaboradas prácticas y ritos ceremoniales.
La palabra cemí cuyo
significado en lengua taína significa "Ángel", designa a los seres
espirituales de la mitología taína. Algunos de estos eran: Yocajú Bagua Maorocoti,
Opiel Guobiran, Baibrama, Corocote y Maketaurië Guayaba.
Fray Ramón Pané (1974, Cap. XIX), a comienzos de la conquista en La Española, recogió valiosa información que nos ilustra la manera como el artista taíno recibía la inspiración o más bien la orden de elaborar un objeto sagrado.
Refiere el fraile que cuando un indio que transitaba por un oscuro y solitario lugar veía moverse las ramas de un árbol sin la intervención de brisa alguna, persuadido de que se trataba de un fenómeno sobrenatural, se detenía y le preguntaba al árbol quién era y qué deseaba. El árbol, según el fraile le decía:
"...Llámame a un behique y te diré quién soy."
El fraile sigue diciendo:
...y aquel hombre ido al susodicho médico, le dice lo que ha visto y el hechicero o brujo corre enseguida a ver el árbol de que el otro le ha hablado, se sienta junto a él, y le hace la caoba... Hecha la caoba, se pone de pie y le dice todos sus títulos, como si fuera un gran señor y le pregunta, "Dime quién eres y qué haces aquí y, que quieres de mí y por qué me has hecho llamar Dios si quieres que te corte o si quieres venir conmigo y cómo quieres que te lleve, que yo te construiré una hereda."
Este sentimiento de hermandad con la naturaleza, típico de los pueblos aborígenes, produce en el artista taíno un profundo respeto por los materiales con los que plasma sus obras. La piedra, la madera, el hueso, la concha de caracol, no sólo representan el medio sobre el cual ha de trabajar sino la identidad existente entre esa materia y el espíritu mismo de la deidad que en la obra ha de plasmarse. Sólo diestros artífices eran capaces de elaborar los ídolos y demás objetos del culto mágico-religioso.
La celebración de los ritos y ceremonias taínas, tales como los areitos y la cojoba (inhalación de los polvos alucinógenos), conllevaban toda una serie de expresiones artísticas, manifestadas a través de un rico y vistoso despliegue de cantos, danzas, música, indumentarias, objetos sagrados y adornos personales. En esta forma rendía homenaje la sociedad indígena a los dioses y espíritus tutelares; requería, mediando ruegos y ayunos, su protección y ayuda y así lograba conocer sus mandatos y decisiones.
El Areito, ceremonia celebrada por diversos motivos y con actividades desde festivas hasta luctuosas, ejemplifica la unión de las distintas expresiones artísticas al servicio del grupo, de la misma manera que la propia sociedad taína representaba la unión de todos los miembros en la conservación de su supervivencia física y espiritual.
Los cronistas de Indias describen los areytos como complejas y largas ceremonias en las que la literatura oral, en forma de declaraciones poéticas, historias míticas y canciones, acompañadas por la música y los ritmos producidos por trompetas y tambores de madera, maracas, flautas, silbatos y fotutos de caracol, así como por el tintineo de sartas de caracoles, servían para recordar las gestas históricas de los taínos e impartir la enseñanza de sus valores tradicionales.
A los cantos y la música acompañaba el baile comunitario, elaborándose para cada ceremonia una complicada coreografía en la que se en lazaban los movimientos de la danza con el despliegue, por los bailarines de la rica gama de ornamentación y de color representado por los llamativos diseños pintados sobre sus cuerpos, las máscaras que cubrían sus rostros, los vistosos adornos de cabeza, hechos de algodón, plumas, paja y oro, y los bellos collares, pulseras, orejas y colgantes con que completaban su atuendo.
El arte de los taínos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa, del mundo. Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación artística.
El arte taíno logra sus más bellas expresiones plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el mármol y la serpentina.
En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecía la obra artística. También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropícales como el guayacán, el moralón y el capá.
El huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna antillana, le proveyó de material para algunos de los más bellos artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.
Desgraciadamente, la rápida desintegración de la sociedad aborigen, el clima tropical tan devastador para muchos de los materiales utilizados por los taínos para expresarse artísticamente; así como la falta de interés de los colonizadores para conservar estas manifestaciones de la cultura aborigen, ha sido responsable de que hasta nosotros sólo haya llegado una fracción de los objetos representativos del arte taíno.
Las mejores manifestaciones de la escultura taina son los ídolos de la cojoba. Estos representan figuras antropomorfas masculinas, generalmente acuclilladas, en Io que parece ser una posición ceremonial.
Sobre la cabeza, directamente o sostenido por una pieza de madera que salía del dorso del ídolo, figura un plato circular, ligeramente cóncavo, en el que colocaba el polvo alucinógeno que aspiraba el oficiante de la ceremonia.
Los cemís o ídolos trigonolíticos de varios tipos iconográficamente reconocibles, son las piezas escultóricas más abundantes e interesantes de su parafernalia mágico-religiosa. Por su forma básica, los argueólogos los han identificado con montañas, con la yuca germinando, con los pechos de la mujer y con dioses o espíritus superiores.
Los cemís trigonolíticos tienen tres partes fundamentales: la proyección anterior, el cono central y la proyección posterior. El cono central, levemente inclinado hacia el frente, define las partes cuando el cemí es sencillo, sin talla alguna. La base del ídolo es, por Io general, ligeramente cóncava, Io que ha hecho creer a algunos estudiosos que estuvo adherida a otros objetos de madera o piedras.
ELEMENTOS DEJADOS POR LOS TAÍNOS A NUESTRA CULTURA.-
Elementos importantes de la cultura taina que subsistieron y aparecen hoy incorporados a la vida y actividad cotidianas del dominicano son:
a) instrumentos como la canoa, la hamaca, el Fotuto –usado como trompeta para dar avisos– y la cuchara de higüero;
b) técnicas como el sistema de pesca denominado barbasco o "encandilamiento", el ahumado para la conservación de las carnes, la cestería –especialmente mediante el empleo de cuerdas de cabuya y la petaca de yagua–, el encendido de hornos de carbón, la utilización de la piel de ciertos peces para limpiar y rayar vegetales, etc.;
productos agrícolas como la batata, la yautía, la jagua, el jobo, el maíz, el lerén, el maní, etc. Todos ellos forman parte de la dieta dominicana.
El mundo espiritual del taíno apenas dejó huellas en la cultura criolla, y las pocas muestras de ese mundo se hallan fuertemente sincretizadas con las creencias y ritos cristiano-africanos. Podemos citar, al respecto, la sacralización de ciertos caciques taínos, elevados a la categoría de luases o divinidades del panteón voduísta; las supersticiones relativas a las hachas indígenas, popularmente conocidas como "piedras de rayo" y el mito de la ciguapa, entidad femenina que camina con los pies al revés.
La mayor aportación del taíno a la cultura dominicana hay que buscarla, sin duda, en el lenguaje. Numerosos vocablos forman parte del habla criolla (Emiliano Tejera, 1935; Emilio Tejera, 1977).
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