Todas las sociedades tienen una cultura propia, que es consecuencia de la capacidad creadora de sus integrantes, las circunstancias, la necesidad y su historia. La República Dominicana tiene una cultura con una rica diversidad que no nos deja de identificar.
Pero todo pueblo está sujeto a cambios y nosotros no somos la excepción. La cultura está en constante cambio, éstos se acumulan para el aprovechamiento de sus pueblos. Estas transformaciones se van transmitiendo de generación en generación, es por esto que la cultura sea original o no, no se pierde.
La globalización ha venido a hacer una integración mundial, esto puede traer distintos efecto, uno de ellos es la transculturación de los pueblos, lo cual desayuda para que estos puedan ser autóctonos.
"La integración en un todo" provoca que queramos ser similares a "los más grandes", y es ahí cuando las nuevas generaciones empiezan a ver sus raíces como obsoletas, queriendo hacer cambios rápidos y bruscos para satisfacer sus necesidades. Es prudente mostrar al mundo lo que somos, como vivimos y como queremos vivir mañana.
"La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden".
El arte dominicano, en sentido estricto el producido en la Republica Dominicana desde la Independencia en 1844, tiene sus antecedentes históricos en las pictografías taínas realizadas con líneas simples y pigmentos vegetales sobre paredes rocosas, la cerámica y otras producciones "menores", y en la pintura y escultura religiosas españolas traída por los conquistadores desde los viajes de Colón.
Posteriormente a la Independencia, como en el resto de la América Hispana, las artes visuales siguen la senda del afianzamiento de la identidad nacional, sobre todo a través de los retratos de patricios y de un creciente reconocimiento del paisaje como un medio de descubrimiento y de identificación con el entorno. Igualmente, las modas del criollismo y el indigenismo se manifestaron en la pintura, y como suele ocurrir en las periferias artísticas, los elementos procedentes de los lenguajes visuales característicos de los movimientos surgidos en los centros del arte, específicamente en Paris y otras capitales europeas, aparecen mezclados de modo indiscernible. Realismo, romanticismo, neoclasicismo académico, e incluso ribetes simbolistas, se fusionan en la pintura de finales del XIX y comienzos del XX, en Sisito Desangles, Alejandro Piñeyro, Rodríguez Urdaneta o García Godoy.
Los maestros de la Plástica
Los primeros maestros en artes plásticas dominicana se remontan a los años treinta. A lo largo de las últimas siete décadas, la Escuela Nacional de Bellas Artes es la principal casa de estudios de donde proceden los más renombrados artistas plásticos dominicanos.
Con la creación del Ministerio de Cultura en el año 2000, la Dirección General de Bellas Artes responde a una nueva estructura orientada hacia la excelencia académica a través de la revisión y actualización de la oferta educativa a través de nuevos planes de estudios.
La presencia de instituciones de estudios superiores públicas y privadas ofertando planes de licenciaturas en áreas específicas del arte, han motivado e incrementado la afluencia de estudiantes hacia estas nuevas ofertas educativas.
El sector privado, junto al oficial, continúa apoyando el desarrollo de las artes a través del estímulo periódico de los artistas mediante la creación de premios y concursos, muchos de éstos ya institucionalizados.
Los límites cronológicos de la nueva propuesta comprenden desde fines del siglo XIX a los años 70 del siglo XX. La exposición estará abierta al público hasta el mes de mayo.
La muestra cuenta con un centenar de obras y está articulada en base a cinco ejes fundamentales: los inicios de la pintura dominicana, con obras de los exponentes tutelares de esta manifestación. Los géneros representados son el histórico, el retrato, el paisaje, el bodegón y el religioso. El segundo es demostrativo de los primeros roces con el arte impresionista y post-impresionista durante la década de los 30.
El tercer eje evidencia una dinámica diferente a partir de la irrupción en nuestro país de los artistas europeos exiliados a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española. De mayúscula importancia fue su incorporación de éstos como profesores del primer centro de educación de Artes Plásticas con carácter académico y formal: la Escuela Nacional de Bellas Artes.
El cuarto eje caracteriza al complejo periodo histórico que viven los dominicanos con el recrudecimiento y fin de la Dictadura de Trujillo y la inestabilidad político-social consecuente, la segunda intervención norteamericana y la Revolución de Abril.
Abarca el periodo entre 1950 y 1965. La selección de obras de esa generación de artistas emergentes manifiesta sus inquietudes estéticas y conceptuales donde se advierte una ruptura con la tradición académica y la consolidación del modernismo en el arte dominicano.
La producción plástica de los años 70 está representada con el quinto eje, que concentra un grupo de obras de artistas ya convertidos en figuras cimeras.
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